"un ca-fe
con dios"
Rvdo. José L. Báez báez
Fuente de vida, Jesús
“Yo he venido para que tengan la vida y la tengan en abundancia”, Jn 10.10. Podemos tener vida, pero ¿en abundancia? La vida natural tiene fin. Sin embargo, la vida que ofrece Jesús nos acerca a la eternidad. ¿Qué esperar de esta vida? Jesús te dice que tiene vida y en abundancia para ti. Su misericordia no se detiene. No se endurezca tu corazón. Los días se acaban. Hay amigos/as que ayudan, que apoyan, que consuelan pero solo Jesús es nuestro Salvador. Nadie más puede salvar. Si Cristo no regresa todavía es para que nuestras vidas no sean sorprendidas sino alistadas. Volvámonos a la vida abundante en Cristo con corazones contritos. Algún día todo acabará pero aquellos que hayamos creído podremos decir que tenemos vida en abundancia. Oremos: Dios y padre de la vida. Delante de ti me postro en adoración. NO permitas que el tiempo pase y nuestros seres queridos se pierdan. Sé que si retardas su regreso es porque simplemente no quieres que nos perdamos. Enséñanos cada día a vivir en la abundancia de la vida. En el nombre de Jesús, amén.
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Es hora de levantarnos del sueño; que la salvación está más cerca de nosotros que cuando creímos... Revestíos más bien del Señor Jesucristo y no proveas para los deseos de la carne”. Romanos 13.11,14.
La carne es la naturaleza humana corrompida y corruptora, que hay que sanar y rectificar. Somos hijos de la luz y no de las tinieblas. Es por ello que somos llamados a actuar como tales. El Señor nos convoca a participar de su reino y nos ha hecho ciudadanos del reino eterno. Para vivir esta vida es mejor acercarnos a Dios en mente, voluntad y espíritu. El tiempo es corto y las apariencias de este mundo se acaban. Lo que parece bueno realmente no lo es. Este mundo no tiene nada que ofrecernos en el reino de Dios porque eso solo se alcanza a través de Jesucristo. Si todo pasa y se acaba, entonces, vale la pena acercarnos a lo eterno. Jesucristo es mi salvador y me renueva de día en día, para que en esa renovación me acerque más, por medio del Espíritu Santo. Es muy cierto, que esto no es fácil, porque nuestra naturaleza está corrompida, pero, por medio de la oración y la búsqueda de Dios podremos alcanzar una cercanía inequívoca. Para alcanzar esa cercanía de Dios es necesario, que antes, Dios estés todo en cada uno de nosotros. 1. Que Dios esté todo en nuestra mente - cuantas veces nuestra oración no se inserta en la voluntad ni se fija en Dios sino en nuestros planes, sueños, anhelos, etc. Si hablar con Dios es que obedezca nuestras agendas no hemos orado sino dictado. Cuando ores fija tu mirada en Dios y dispón tu corazón al plan de Dios sobre tu vida. 2. Que Dios esté todo en nuestra voluntad - mañana no sabremos si estamos o no. El día de mañana tiene sus propios afanes. Si el Señor quiere viviremos y haremos esto y aquello. Sin embargo, queremos controlarlo todo. Deja que la voluntad de Dios sea real en tu tiempo y camina confiado/a cada instante. 3. Que Dios esté todo en nuestro corazón - pobre corazón nuestro. ¿Cuántas cosas lo ocupan? Cuantas cosas, sueños, peticiones, deseos que no son conforme a Dios. Nada nos satisface porque todo es vanidad sobre la tierra. Servir a Dios será el mejor acercamiento a la eternidad. Dale espacio a Dios, al fin y al cabo todo es de él y para él. ¿Te acercas más a Dios o te alejas? Oremos: Dios bueno y grande. Tú eres la razón de mí caminar. Ayúdame a estar más cerca de ti. Espíritu Santo guíame siempre. Guarda mi corazón para hacer tu voluntad y no alejarme de ti. En el nombre de Jesús, amén. Lucas 18.1-8 En todos lugares hay personas que no temen a Dios y a nadie. Vivimos tiempos malos, la hostilidad en el mundo aumenta, no se percibe el juicio y la gente se distancia de Dios. Cada uno vive sus propios criterios. No olvidemos que así fue en los días de Noé y en los días de Lot. Nuestros tiempos no están ajenos a esa realidad. Los días son malos. La necesidad es crítica. Nuestras oraciones deben ser urgentes, apasionadas y persistentes. Sin desmayo. La injusticia no es desconocida. Hay dolor a causa de la injusticia. Es por ello que la buscamos delante de aquel que no se corrompe. Los tribunales humanos aceptan chantaje y soborno pero el de Dios no. La mujer de esta parábola representa a quienes somos débiles, los que no tenemos, los que estamos solos, los que no tenemos mucho para alcanzar. Ella sería atendida, simplemente, por piedad. Esta mujer no quería tratos especiales, ni preferenciales sino justicia. Lo que esta mujer hacía era ir constantemente ante el juez. Le hacía saber que le “hiciera justicia de un adversario”. Aquel juez no quería atender su caso. El juez no tenía compasión. Sin embargo, pasado el tiempo su corazón cambió no porque entendiera la justicia de la mujer sino porque la mujer molestaba. NO quería perder la paciencia. El juez nos dice que no era buen juez. Admite que no teme a Dios ni respeta a nadie. El juez sabía que ella no se cansaría de ir a presentar su caso. Esta batalla fue ganada por una mujer que incesantemente se presentó al juez para que le hiciera justicia. Esa insistencia hizo que el juez fallara a su favor. Esta parábola nos muestra la necesidad de orar siempre y no desmayar. Esta parábola tiene como fin el presentar el juicio final. Mientras Jesús llega sigamos orando. No renuncies a la justicia que Dios te hará. No renuncies a la oración y la búsqueda de Dios. No desmayes a causa de lo que ves sino afirma tus pies y sigue el camino. ¿Hallará fe en la tierra? Muchos se hacen llamar cristianos solo de labios pero su corazón está lejos. Es tiempo de afirmar nuestra fe en medio de este tiempo y esperar con esperanza el regreso de nuestro Salvador. Hermanos y hermanas será como en los tiempos de Noé y Lot y algunos considerará esto como algo incierto pero solo viven cautivos por esta tierra y sus afanes. "¿Cuándo venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?" Oremos: Dios justo y bueno. Juez eterno y de justicia. Ayúdame a tener fe y confiar en medio de los días malos. Solo en tu confianza puedo afirmar mis pies y seguir caminando. Seguiré orando y sé que si no desmayo tu justicia será mi salvación. En tus manos están mis tiempos. En el nombre de Jesús, amén. Y ella tenía una hermana que se llamaba María, que sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra. Pero Marta se preocupaba con todos los preparativos. Lucas 10.39–40 (LBLA).
Es menester discernir entre lo esencial y lo importante. Plasma una bifurcación ya yace en el corazón. El valor de las cosas las define la prioridad que les damos. Para algunos/as lo importante es tener, es encontrar, es hacer, pero hay quienes tienen el corazón mucho más allá de lo visible, de lo tangible. Marta, por un lado, hacía cosas en la casa y esa era su prioridad. María optó por escuchar la palabra de Jesús y esa era su prioridad. No es dejar de hacer lo importante es no olvidar las prioridades. ¿Quién gobierna tus prioridades? Créeme que no te arrepentirás de saber cuándo hacer las cosas. ¿Si Jesús llega a tu corazón lo ignorarás haciendo cosas que, parecen más importantes, que escuchar su voz? ¿No le parece que ese es el problema de este tiempo? Escuchar la voz de Dios es nuestra mejor parte. Oremos: Dios bueno. Líbrame de todo activismo que pueda provocar que olvide escuchar tu voz. Que el ruido y el exceso de actividades no impida que pueda sentarme a escuchar tu voz. No dejaré de hacer lo que tenga que hacer pero cuando tú estés todo se detendrá. Al escuchar tu voz no quiero escuchar otras voces. En el nombre de Jesús, amén. Cuando Jesús llegó a aquel lugar, mirando hacia arriba lo vio, y le dijo: Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que me hospede en tu casa. Lucas 19.5
Por difícil que pueda ser una persona en el Señor Jesús tiene espacio. Es posible que nadie saludara a Zaqueo y que tuviera muy pocos amigos. Muchos lo insultaban y parecía un enemigo público. Zaqueo estaba vacío. Pudiera tener dinero pero estaba vacío. Así anda la gente, con muchas cosas pero sin vida. Quiero que sepas que Jesús te ve, como vio a Zaqueo. Conoce tu corazón y tus anhelos. La gente puede pensar de ti muchas cosas pero Jesús es el único que sabe lo que eres en realidad. Zaqueo estaba arriba de un árbol y no quería que nadie lo viera pero quizás tú tienes otras cosas de las que debes descender, de las que debes desprenderte, que debes dejar atrás, no sigas escondido sobre aquello que puede ser tu peor caída. Jesús te indica, como a Zaqueo, “date prisa”. ¿Para cuándo vas a dejar el que Jesús more en tu corazón? ¿Por qué no dejas que Jesús se hospede en tu casa? Créeme que no te arrepentirás. Tener a Jesús es tenerlo todo. ¡Date prisa!, No sea que se haga tarde. Si Jesús está en tu casa habrá salvación. ¿Jesús está en tu casa todavía? NO olvides que los se hospedan se van del lugar. No dejes que Jesús se vaya aunque estés en vacaciones. Oremos: Dios de gracia y poder. Hace tiempo que me di prisa a buscarte y servirte y desde ese día eres el huésped más importante de mi vida. NO quiero que te vayas nunca. En el nombre de Jesús, amén. Desde hace mucho tiempo Dios viene hablando, por los profetas, los mandamientos del Señor y Salvador, etc. Ha dicho que viene y su promesa es real. Todo parece igual que desde el principio. Sin embargo, “... para el Señor un día es como mil años, y mil años como un día. El Señor no retarda su promesa, según algunos la hacen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento. Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche...”, 2 Pedro 3.8-10.
“Nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva en los cuales mora la justicia”, 2 Pedro 3.13. “... esperando en estas cosas, procura con diligencia ser hallado por él sin mancha e irreprensible, en paz”. 2 Pedro 3.14. Debemos guardarnos no sea que caigamos de nuestra firmeza. Crezcamos en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. ¿Realmente estamos creciendo en el Señor? ¿Estaremos conscientes de su regreso y que si se tarda es para que nos arrepintamos? Dios no quiere que te pierdas sino que procedas a volverte a él. Llegará repentinamente y ese día no habrá tiempo para el arrepentimiento sino para irnos a su presencia. Nuestro tiempo y el de Dios no es el mismo. Que ese gran día aquí no nos quedemos. Oremos: Dios bueno y grande. Que amas hasta el fin. Tú que desde el principio nos amas. Desde tiempos nos adviertes de las promesas que nos has brindado sin dejar de hacerlo. Contigo quiero estar y caminar todos los días y por la eternidad. En el nombre de Jesús, amén. Apocalipsis 22.12-14: 12He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra. 13Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el primero y el último. 14Bienaventurados los que lavan sus ropas, para tener derecho al árbol de la vida, y para entrar por las puertas en la ciudad.
Estas son de las últimas palabras de Jesús: “vengo pronto” y en promesa: “mi galardón conmigo”. Cada cual recibirá su recompensa conforme haya hecho. Hay una bendición sobre los que “lavan sus ropas”. El regreso de Jesús trae gozo y felicidad para el creyente pero temor y remordimiento para el que le conoció y se echó atrás. Es el telón del juicio extendido por aquel que es Alfa y la Omega. La recompensa presentada por Jesús solo es Justicia. Cualquier galardón de Dios es simplemente gracia inmerecida. NO podemos dejar que nuestras ropas se ensucien con el pecado de este mundo. Es por medio de la sangre de Jesús que nuestras ropas son lavadas y ello da paso al árbol de la vida. El pecado nos aleja de Dios, nos ensucia, nos hace retroceder de lo alcanzado. Mantengamos nuestras ropas limpias. Lavarlas implica no dejarnos arrastrar por los contaminantes de este mundo. A la presencia de Dios no se podía entrar con vestimentas sucias. ¿Quién las tendrá limpias? Entonces, Jesús, abre ese camino. Jesús, con su sangre, nos limpia de todo pecado. Solo lavados por la sangre de Jesús podemos estar en la presencia de Dios y sentarnos a la mesa. No tendrás mesas en esta tierra pero Jesús te incluyó en la mesa de la eternidad. ¿Dejarás de sentarte a la mesa? Viene pronto y de que viene... ¡Viene! Es tiempo de acercarnos a Dios y no dejar de buscar su presencia porque habrá juicio. ¿Cómo estarán nuestras ropas? Oremos: Dios de la vida. En ti estamos esperanzados. Hoy volvemos nuestro corazón a ti. Lávame con tu sangre Salvador y límpiame de toda mi maldad. Traigo a ti mi vida para ser Señor, tuya por la eternidad... Dios ayúdame al llegar la tentación, la adversidad, el resbaladero, en el día de calor, de múltiples pruebas. Me sostengo en ti. Un día me pagaras conforme a tu justicia. En el nombre de Jesús, amén. ¿Por qué te abates, oh alma mía, Y te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, Salvación mía y Dios mío. Salmo 42.5
¿Has pasado por momentos en que las cosas te abaten, te turban? ¿Estás pasando por una adversidad incontrolable? El momento de abatimiento y turbación provocó que el salmista reflexionara y pudiera mirar con esperanza. Se posicionó en el elemento más difícil “esperar en Dios”. Estar en la espera cual labrador de la tierra. Quien pretende acelerar el proceso de Dios solo altera el propósito de Dios y lo que haga no tendrá la bendición de Dios. Esperar es tener esperanza. Cuando esperamos nos llenamos de fe. Es por ello que nos lleva a alabarle como nuestro Salvador y Dios. Hay momentos que esperar nos pule, nos prepara, nos hace más capaces. Quien no es capaz de esperar no es capaz de avanzar. Esperar es saber que nuestros pasos serán firmes. Las decisiones a la ligera solo traen caídas a la ligera. Aprende a colocar tu mirada en el plan de Dios y no en el tuyo. Mientras espera no dejes que la queja se adueñe del proceso en el que te encuentras. Alaba a Dios mientras esperas y sabrás que tu Salvador no se ha olvidado de ti. Oremos: Dios bueno. Ciertamente los días de abatimiento y turbación son muchos. NO tengo duda que estás conmigo y que esperar en ti me dará la victoria. Aquí estoy esperando con esperanza que guíes mi proceso. En tus manos estoy y en el nombre de Jesús lo afirmo, amén. ¿Sabes que eres de mayor valor que el carro, la casa, celular, computadora, etc.? ¿Qué ocurre cuando unas llaves se te pierden? Estoy seguro que las buscas con determinación. Entras en desesperación o angustia. A lo mejor se te ha perdido otra cosa o en alguna ocasión te has sentido perdido tú porque entraste por la carretera que no era o saliste por donde no era. ¿Te ha pasado? Inmediatamente buscas la manera de estar donde debes.
Jesús preguntó: “¿y qué beneficio obtienes si ganas el mundo entero pero pierdes tu propia alma? ¿Hay algo que valga más que tu alma?” Marcos 8.36-37. Es por ello que el valor del alma vale más que el mundo entero. NO hay riqueza que pueda compararse con la salvación del alma. ¿Qué valoramos más que todo? ¿Qué es lo que verdaderamente tiene valor? Les confieso que no hay algo más importante en la vida que la salvación. Jesús no puede ser un simple líder, un asesor, un compañero,... es mi SALVADOR. Yo vivo para no descuidar una salvación tan grande. Jesús concluyó: “Si alguien se avergüenza de mí y de mi mensaje en estos días de adulterio y de pecado, el Hijo del Hombre se avergonzará de esa persona cuando regrese en la gloria de su Padre con sus santos ángeles”, Marcos 8.38. Cuidemos la Salvación y no sucumbamos ante las tentaciones que distraen nuestro corazón y provocan que nos perdamos. Si te has sentido extraviado y no le encuentras sentido a tu vida, te invito a buscar a Jesús. Búscale como aquello que se te pierde y no puedes descansar hasta que lo encuentres. Es tiempo de volver al camino y no seguir con Jesús como un simple acompañante sino como tu Salvador. Oremos: Dios de infinita misericordia. En ti está mi salvación. Fuera de ti no hay quien salve. Si alguien pretende que mi vida se aparte de ti dame la sabiduría para alejarme de él/ella. Te suplico que me ayudes y no dejes que mi corazón se distancie de ti. Tuyo soy y no quiero que nada haga que mi salvación sea descuidada. En el nombre de Jesús, amén. Salmo 37.23-24 “23 Por Jehová son ordenados los pasos del hombre, Y él aprueba su camino. 24 Cuando el hombre cayere, no quedará postrado, Porque Jehová sostiene su mano”.
Uno de los elementos más desafiantes de este tiempo es la impaciencia. La impaciencia es falta de paciencia. La clave de nuestra firmeza no está en el lugar sobre el que nos paramos sino sobre el que tenemos nuestros pensamientos. La impaciencia es producto de ese mundo de contradicciones que encontramos a diario. La agitación de la vida puede desviar nuestros pasos. Encomendar nuestro día a Dios es hallar deleite. Cuando caminamos descansando en su Palabra y promesa tenemos paz. Cuando Dios ordena nuestros pasos solo los coloca sobre Jesús. Jesús es el camino. ¿Por qué andar buscando otros caminos cuando ya sabemos cuál es el nuestro? Encomendar el camino a Dios es rodar tus pies a la voluntad de Dios. Nos toca cuidar nuestros pasos. A medida que avanza el día, la vida misma, nuestras agitaciones son mayores. Dios es el único que aprueba nuestros caminos. ¿El camino por el que vas es aprobado por Dios? ¿Ese camino lo aprueban tus amigos? ¿Vas por ese camino porque simplemente no quieres que Dios obre en ti? Si vas por el camino que Dios aprueba y cayeres no quedarás postrado porque Dios sostiene tu mano. Oremos: Dios, gracias por este día. Mis pasos están en ti y solo quiero que los apruebes. Solo quiero que si hay un paso que estoy dando incorrectamente me corrijas porque solo quiero caminar en tu deleite. Confío en que siempre tu mano me sustentará. En el nombre de Jesús, amén. |
AutorPastor José Báez Báez Categorías
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September 2017
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