"un ca-fe
con dios"
Rvdo. José L. Báez báez
2 Corintios 4.8-18
Que estamos atribulados en todos más no angustiados, en apuros, más no desesperados; perseguidos más no desamparado, derribados, pero no destruidos. Esta es nuestra realidad, una constante lucha, pero la alegría está en saber que detrás de cada expresión de derrota hay una esperanza. Es una expresión en la que no todo está perdido. El espíritu de fe que hay en nosotros y nosotras nos dará la victoria. No desmayamos, parece que nuestro cuerpo externo se desgasta, pero el interior se renueva de día a día. Esto que nos pasa es una leve tribulación momentánea, que produce un cada vez más excelente y eterno peso de gloria... Así que les exhorto a no mirar lo que se ve, sino las que no se ven, porque las que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas. ¡Aleluya! Oremos: Dios y Señor que fortaleces nuestros pasos. Estamos ante el vendaval, pero tú eres nuestro Castillo fuerte, nuestra Roca eterna, nuestra Esperanza, y a ti acudimos con reverencia. Cuida a tu pueblo, a cada familia, a cada individuo y guía nuestros pasos allí donde solo tú puedes ver. Que nuestro caminar se nuestra fe en ti. En el nombre de Jesús, Amén.
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Lucas 14.15-20
La invitación de Jesús es una realidad. La otra realidad es el montón de excusas a las que se aferra la gente para no aceptar la invitación. En la parábola de la gran cena un hombre convida a muchos. Envió a su siervo, que son sus profetas, sus predicadores(as), sus mensajeros(as), a decirle a los convidados que "ya todo está preparado". Jesús te invita, ya está todo preparado, qué le contestas. La parábola presenta las tres grandes excusas para no aceptar la invitación: 1. Posesiones materiales - Hay quienes se aferran a lo que han obtenido por su dinero. El primero que convidó había comprado una hacienda... ¿Rechazarías la invitación porque tienes que contemplar tus posesiones? 2. Las compras - ¿Qué?, sí las compras. Aquel siervo convidó a un hombre que había comprado cinco yuntas de bueyes y por probarlos, también rechaza la invitación. ¿Te imaginas que por que compraste un carro, ropa, unos zapatos no aceptes ir a la gran cena? 3. Por lo que amamos - ¿Crees que por que te casaste no puedes aceptar la invitación a la gran cena? Aquel hombre le dijo que no podía ir porque se había casado. Los tres rechazaron la invitación ¿y tú? El Señor te convida. El Señor ha hablado a tu vida de diversas maneras y sigues rechazando su invitación. No olvides que el tiempo se acaba. Oremos: Señor y Dios de infinita misericordia. Te pido que no se acabe tu invitación. Permite que podamos responder no importa lo que tengamos en nuestras vidas. Aquellos familiares nuestros que no te conocen, te puedan conocer y ayúdanos a importarnos más por lo que nos dices que por lo que tenemos. En tu nombre, amén. 1 Juan 2,15 "No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo..."
Esta Palabra es para nosotros y nosotras. Es un desafío para nuestras vidas. ¿Qué es lo que amamos? El amor que se expresa en la carta es a lo pecaminoso. Debemos cuidar nuestra relación con Dios. Nada nos debe robar nuestra pasión y amor en Cristo. Hay que ser constantes, pero debemos huir de lo que nos puede atrapar. "Quien ama al mundo, el amor del Padre no está en él". ¿Por qué? 1. Porque todo lo que hay en el mundo: a. deseos de la carne b. deseos de los ojos c. vanagloria de la vida No proviene del Padre, sino del mundo. El mundo pasa y sus deseos, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre. Escoge, pues tus deseos o la voluntad de Dios. Oremos: Dios, Creador de todo cuanto existe. Dios de la humanidad y del mundo entero. Acudimos a ti para que nos cuides en este mundo de deseos mundanales. Te pedimos que cuides nuestros ojos y nuestro caminar para que no haya vanagloria en lo que hacemos. Permite que tu voluntad sea nuestra vida. En el nombre de Jesús, amén. Marcos 1,14-15[1]
La humanidad, particularmente creyente, quiere bendiciones, pero sin obediencia. Comodidad, pero sin sacrificio. Felicidad, pero sin arrepentimiento. La comunicación del evangelio se define en esas tres líneas: Obediencia, sacrificio y arrepentimiento, de lo contrario nuestro mensaje es incompleto. Predicar el Evangelio a mitad, es no predicar nada. Cuando se quiere bendiciones y comodidad y felicidad sin ningún elemento de los antes planteados vivimos distantes del verdadero Evangelio. Ese Evangelio es débil y no tiene poder. ¿Transformará vidas? El Evangelio que no transforma no es evangelio. Si como creyente vives ofuscado con lo lindo del templo, las luces, la pantalla, el video proyector, el acondicionador de aire, pero no vives entendiendo que Cristo vino a salvarte de las ataduras de Satanás y de los pecados secretos, entonces qué hacemos en la iglesia. Necesitamos leer la Palabra que transforma. El poder de Dios es quien transforma y cuando ese poder se desata hay cambios de dirección en la vida, en el matrimonio, etc. El Evangelio que salva no promueve en las iglesias un espectáculo, sino una vida que agrade a Dios. El mensaje de Dios, que convoca, que desafía, es el mensaje que destruye mi zona de comodidad y me invita a cambiar. Oremos: Dios de la vida. No permitas que nuestra Iglesia olvide los principios del reino. Que las comodidades que tenemos nos hagan perder la búsqueda del verdadero Evangelio. Sabemos, Dios, que siempre estamos pidiendo, pero muy pocas veces te decimos "aquí estoy". Hoy nos presentamos delante de ti para que sepas que nuestra vida te pertenece. En el nombre de Jesús, amén. [1] Comencé a leer el libro: Cristianismo Light, de Glen Berteau, que me regaló el pastor Víctor Ariel Vázquez, quien es pastor de una de nuestras Iglesias en Orocovis, P.R. Me pareció importante compartir lo que he leído con los fieles lectores. Salmo 3,3 Dios está dispuesto a levantarte. Lo único que debes tomar en cuenta es que para ello, debes hacerlo tu escudo. Si es tu escudo así te cubrirá, será tu gloria y levantará tu cabeza. Deja que la mano de Dios toque tu vida y levante tu cabeza por el montón de cosas que te atormentan. Oremos: Dios de infinita bondad y mi escudo. Protege nuestras vidas y fortalece a tu pueblo. Levanta nuestras cabezas y llévate cualquier cosa que no permita que te miremos con la frente en alto. Levanta a tu pueblo Señor. En el nombre de Jesús, amén. Colosenses 3.1-4
Es vital comprender que quienes han sido resucitas "con Cristo" en el pasado (3,1), están escondidos "con Cristo" en el presente (3,3), y serán manifestados "con Cristo" en el futuro (3,4). Si hemos resucitado en Cristo es porque estábamos muertos. Esa muerte es en la vida antigua. Hay una ruptura que permite una nueva relación, una nueva posición de los creyentes, así una nueva manera de vivir. Cuando resucitamos en Cristo aludimos a la fuente de energía para vivir la nueva vida. Se pone la nueva vida en Cristo en marcha cuando ponemos nuestro corazón en buscar las cosas de arriba. Es decir, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Cuando buscamos las cosas de arriba, ya somos parte del mundo de arriba, donde él está. Ese mundo celestial se centra alrededor del resucitado. La posición de Jesús es de autoridad, a la diestra de Dios, por lo que nadie, ni nada puede impedirte el acceso a ese reino y a su presencia. Este reino lo conocemos a través de la fe, no hay otros mediadores, ni siguiendo visiones de poca monta, ni decretos legalistas, ni mortificando el cuerpo, etc. Cristo no es un ángel, sino quien reina sobre todas las cosas, por lo tanto todos los aspectos de nuestra vida deben ser gobernados por él. Todo pensamiento, objetivo, valor, aspiración y lucha han de ponerse bajo su señorío. ¿Te atreves mirar lo de arriba y dejar que Jesús sea el Señor de tu vida? La vida de quien Cristo es su Señor está escondida en Dios. Quien se aferra a lo que ve ha rechazado y ridiculizado la esperanza que hay en Cristo. Quien está escondido en Cristo tiene seguridad. Ningún poder del enemigo puede producir daños perdurables a dicha vida. La nueva vida en Cristo, de obediencia, no depende de nuestra débil determinación, sino de nuestra unión con Cristo. Oremos: Dios y Señor te doy gracias. En el proceso de la vida, sostén nuestra vida. Tu Espíritu nos guíe y transforme mediante nuestra relación contigo. Escóndeme en tu presencia de aquello que quiere alejarme de ti. En tu nombre, Amén. Ap 2,17 Todos y todas sabemos cómo nos llamamos o cuál es nuestra identidad. Lo que es cierto es que en nuestras tarjetas de identidad no dice lo que somos profundamente. Sólo expresa el color de ojos, el de pelo, la estatura, etc. Dios nos dará un nombre nuevo. Ese nombre nos será dado por lo que somos por dentro y no por lo que aparentamos ser. Jesús le decía a los discípulos "alégrense, porque vuestros nombres estén escritos en el Reino de los cielos". En este caminar la Palabra de Dios iluminará el proceso por el cual alcanzáremos nuestro nuevo nombre en el Señor. Eso es así porque ciertamente Dios conoce lo que se esconde debajo del carnet que nos colócamos para que sepan quienes somos. Oremos: Dios y Señor. Guía nuestros pasos para que nuestra vida pueda caminar fortalecida en ti. Mi esperanza es que tú me llames por mi nombre para la esperanza de un nuevo nombre. En la experiencia de caminar contigo confió en tu ayuda. En el nombre de Jesús. Amén. Efesios 4.20-24 ¿Cómo hemos aprendido a Cristo? ¿Cómo lo pensamos? Aferrarnos a nuestros esquemas carnales nos llevará a tropezar con acciones inmediatas, tristezas y descontentos. Una vez hemos aprendido a Cristo nuestro esfuerzo debe ser vivir para agradarle a El. Nuestros pensamientos y vida deben desembocar en servir a Dios. En Cristo hay cambios de mente, hay nuevas vestiduras, hay nuevas visiones, hay diversas experiencias que permitirán que seamos mejores seres humanos cada día. La Asfixiante manera de vivir no puede dominarnos cuando estamos en Cristo. Al darle lugar a la tentación, a viejos patrones de pensamiento, volvemos a una vida que quedó atrás. Para que eso no ocurra la Palabra de Dios y la Oración deben ocupar el primer lugar en nuestra mente. Bien lo dice el salmista "lumbrera es a mis pies tu Palabra". Volvernos al Señor nos permite vivir desde otra experiencia. Oremos: Dios y Señor. Dirige mis pensamientos, mi corazón y quita mi manera de vivir pasada de mi mente, de mi corazón y mi ser para hacer cada día tu voluntad y agradarte en lo que he aprendido de ti. En el nombre de Jesús. Amén. Lucas 12.20-21
20 Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será? 21 Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios. La avaricia es el afán o deseo desordenado y excesivo de poseer para atesorar. Es, desde el punto de vista cristiano un pecado y un vicio. La codicia se diferencia en que es un afán excesivo de riquezas, sin la voluntad de atesorarlas. El avaro no pretende compartir la riqueza. El mandato de Jesús es que nos guardemos de la avaricia, es decir, que nos cuidemos. ¿Deberán cuidarse muchos nuestros políticos? Es importante entender que la vida no se trata de tener y tener. Nos afanamos por tener materialmente. Vemos que constantemente las riquezas nublan el entendimiento y no permite que seamos felices. Ser rico en Dios implica vivir confiados y confiadas en que suplirá nuestra comida y nuestro vestido. Es no afanarse por la vida. Dios es nuestro sustento y nuestra quietud en él afirmará cuanto le creemos. La verdadera riqueza es aquella en la que cada día tenemos lo que necesitamos porque el Señor lo añade. Es tener el reino de los cielos. El tesoro del cielo no se agota, ni lo pueden hurtar, ni lo puede dañar la polilla. No olvides que donde esté vuestro tesoro, allí estará vuestro corazón. Oremos: Dios y Señor Jesucristo. Tú eres mi mayor tesoro. Tú eres lo más importante para mí. Se mi fortaleza y mi ayuda. No permitas que mi corazón se corrompa por lo efímero. Sé que no puedo comprar la vida eterna, pues ya la has ofrecido a través de la entrega y no de la acumulación de riquezas. Gracias por tu bondad y misericordia. Tú eres mi confianza y cada día está en tus manos. En tu nombre. Amén. Isaías 60,1-6
!Levántate y brilla¡ ¿Sabes que la gloria de Dios amanece sobre ti? No olvides que las tinieblas pueden cubrir la tierra, la oscuridad los pueblos, pero sobre ti amanecerá el Señor. La gloria de Dios aparecerá sobre ti. Esta época del profeta es tiempo de restauración. Fue el momento en que las casas estaban destruidas, el Templo, las murallas, los campos arruinados, etc. Su única esperanza era la restauración de Dios. Es por ello que nuestro país necesita la restauración de Dios. Nuestras vidas necesitan constantemente la luz de Dios. Hoy amanece sobre ti. No olvides que sobre todas las cosas Dios está contigo. Oremos: Dios y Señor gracias por tu cuidado y por tus grandes misericordias. Aunque las ruinas hayan tocado nuestras vidas, nuestro dolor sea grande, tú eres nuestra luz. En tu nombre, amén. |
AutorPastor José Báez Báez Categorías
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September 2017
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