"un ca-fe
con dios"
Rvdo. José L. Báez báez
Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, Así clama por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo; Salmo.42:1,2
El ciervo es un mamífero rumiante, de tamaño mediano. Tiene una agilidad extraordinaria y se considera un animal limpio. Su agilidad se revela cuando un depredador le persigue. Convive con sus peores enemigos en su habitad. El problema del ciervo o cierva está en su sudor. Las feromonas que despiden su sudor lo delata ante sus depredadores y esa es la razón por la que tiene que conseguir un río para bañarse. El segundo problema es que en verano los ríos se secan y tienden a desaparecer, por lo tanto lo que les queda es encontrar lirios del campo y estregarse en su olor para poder engañar a sus depredadores. Un ciervo sediento lanza un grito ante la desesperación de una garganta seca. Es esa misma desesperación por encontrar agua la que nos invita, como orantes, ir delante de Dios a grito ante la sed de nuestra alma. Esa agua, para el ciervo lejana, pero necesaria es diferente a nuestro grito porque nuestro Dios está cercano y es necesario para nuestras vidas. Esa es la razón por la que hay interpretaciones de la oración como respiración, es decir, como el aliento, necesario para vivir. Quien vive recorriendo el camino con Dios sabe que no puede tener una simple casa porque nuestro andar con Dios es continuo y solo se detiene donde su voluntad nos diga. Esa es la razón por la que siempre hay la necesidad de Dios. Habrá, siempre, gran sed, pero también un Dios poderoso para saciarla. Se ha considerado en la historia del pueblo de Dios que el templo era el lugar en el que su fe se fortalecía, era la fuente, era el río, del cual recibían Palabra. Ahora nuestra sed es saciada en la vida de Jesús. Para aquellos israelitas desterrados el templo solo era un recuerdo en el que no podían ni cantar. Nuestro templo es el lugar en el que lanzamos el grito reconociendo que estamos delante de aquel que sacia nuestra sed. El ciervo clama por agua y por no ser delatado delante del enemigo. ¿y tú a quién le estas clamando en tu sed? ¿Cómo enfrentas tu angustia? ¿Cómo enfrentas tu desesperación? ¿Cómo enfrentas tu crisis? Jesús dijo en Juan. 4:14 mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna. Jesús sacia la sed porque es la fuente de vida. ¿Sabes que es lo más hermoso y extraordinario de Jesús? Que en él lo encuentras todo. Porque Dios es nuestro lirio de los valles y si es así, encontrarás en él olor fresco y aroma para que tú huelas a él y el enemigo no pueda tocarte y encontrarte. Cantares 2.1 "yo soy la rosa de Sarón, Y el lirio de los valles...". ¿Se da cuenta que hay un solo "YO SOY" y que es Dios? Quien anda con Dios huele a Dios y el enemigo no lo puede encontrar. Estamos en el mismo habitad del enemigo y busca para destruirnos. Sin embargo, yo huelo a Cristo. Ya permití que mi sed sea saciada por Jesús. Le pertenecemos a Dios porque "con Cristo estamos juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí". Si el enemigo intentara darte un zarpazo creo que morderán a quien vive en ti y en mi. Sería un grave error porque en el primer ataque el León de Judá saldrá a nuestra defensa. Clama a Dios y toda sed será saciada en Jesús. Satanás sabe que con un hijo/hija de Dios no se puede meter. La sangre del Lirio de los valles te ha dado un olor, un aroma que nadie te puede quitar. ¿Hueles a Cristo? ¿Saciaste tu sed? El Yo Soy es el Lirio de los Valles, y en el que me estregué cual ciervo para que su olor sea mi esperanza, y está cerca. Oremos: Dios que ordenaste las cosas y las llamaste buenas. Dios que encaminas nuestras vidas y sacias nuestra sed. Sé que nos escuchas y necesitamos de ti. Aquí estoy, aquí estamos, porque nuestra vida es tuya y no habrá enemigo que detenga lo que comenzaste en nosotros. En el nombre de Jesús, amén.
1 Comment
Sandra Vargas
30/6/2015 01:52:10 pm
Hoy compartí esta reflexión en una visita que hice a unos hnos enfermos. Gracias Dios por ser mi eterno manantial
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AutorPastor José Báez Báez Categorías
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