"un ca-fe
con dios"
Rvdo. José L. Báez báez
Salmo 110.1-4
El rey es el personaje más importante de este salmo. Su contexto expone la entronización del monarca, aunque luego se halla utilizado para celebrar las victorias del rey o presentar su programa de gobierno. Por eso es conocido como "salmo de David". Es considerado un salmo mesiánico por la comunidad cristiana, para afirmar el Señorío de Jesucristo. Esto porque Jesús es para la Iglesia y para los creyentes el Mesías y el Cristo de Dios. v.1-3 Vemos a algún profeta del culto dirigirse al monarca en el nombre del Señor. El Señor le dice al rey se siente a su diestra o a la mano derecha (v.1), que en la antigüedad era un lugar de honra, una señal de distinción. En ello vemos la afirmación divina: El poder y la autoridad del rey no se confinará ni detendrá en Sión (v.2), pues dominará a sus enemigos. En las ceremonias antiguas de entronización se incluía un trono que se ubicaba sobre un estrado, según Dr. Samuel Pagán. Se dibujaban en el estrado los rostros de los reyes enemigos que el nuevo monarca debía derrotar. Este gesto es de victoria es símbolo de triunfo. Ir a la guerra era una de las labores del rey para defender a su pueblo. Desde, nuestra perspectiva, nuestro rey y Señor Jesús ya triunfó sobre nuestro enemigo, el diablo. Nosotros no tenemos porqué estar en constantes tribulaciones si la victoria no es un símbolo sino una victoria real. Cristo entró a este mundo y se hizo humano y habitó entre nosotros. Es Jesús mismo, nuestro rey quien viene a pelear nuestras batallas y nos da la oportunidad de estar junto a él. Nuestros enemigos no tienen razón para amedrentarnos, ya Cristo los derrotó en la cruz y triunfó sobre ellos. No dudes en creer que tú estarás delante del trono de Dios, vencerás a tus enemigos, alcanzarás la vitoria y celebrarás con el Rey de reyes y Señor de señores. Nuestra es la victoria en Jesús. Para los antiguos quien era entronizado se convertía en hijo de Dios, pero tú y yo nos hacemos hijos de Dios, no porque nos entronicen, sino porque su amor y su misericordia le hicieron enviar su mejor guerrero, su Hijo, en rescate de nuestras vidas. Los actos para el triunfo deben ser sacerdotales, para representar los sacrificios. Tú y yo debemos actuar en constante santidad, para entregar nuestra vida en dedicación al que nos dio la victoria. Oremos: Jesús y Señor de mi vida. Gracias por venir por tu pueblo. Eres mi Rey y Señor. A ti clamaré; a ti celebraré porque ya expusiste al enemigo bajo tus pies. Tuya es la victoria y nuestro triunfo estuvo en tu cruz, nuestra alegría en tu dolor, nuestra paz sobre tus hombros. Te doy gracias porque triunfaremos en tu nombre. Amén.
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AutorPastor José Báez Báez Categorías
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September 2017
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