"un ca-fe
con dios"
Rvdo. José L. Báez báez
Romanos 8,28 "Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas le ayudan a bien...". "Sabemos". Cuando comprendemos el amor de Dios se traspasan las barreras y adentramos en reino divino. Nosotros/nosotras somos para quienes Dios se desvive, es por ello que nos debemos gastar para él. Dios es el extraño respecto lo que sabemos. Extraño por ser divino y conocido por el amor. Este mundo es el lugar en el que nuestro amor es dado por Dios desde la eternidad y en dirección a la eternidad. Sabemos en este mundo porque sentimos y sentimos porque hemos sido amados/amadas. Ese gemir es en toda la creación y más nosotros/nosotras que tenemos las primicias del Espíritu. Nosotros/nosotras esperamos la redención en nuestro interior, esperamos la consumación de la adopción. Es por ello que sabemos que en esperanza fuimos salvos, en lo que no se ve. El Espíritu Santo, que sabemos hemos recibido, nos ayuda en la debilidad. Esa es la razón de que el "Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles". Aquí, lo visible, lo dado, lo objetual, causa nostalgia y aprendizaje. El sufrimiento se encarga de abrir de modo saludable nuestros ojos. Lo que no debemos olvidar es que el sufrimiento tiene fronteras y fechas. Por consiguiente, no sabiendo de Dios y su reino, sino por semejanzas y parecidos, entonces el Espíritu, como nudo, que amarra lo que somos con el que Es, saltamos a la esperanza conociendo a quien nos ama y a quien amamos. El conocimiento, en Dios , es cuando le amamos y le sabemos en nuestro sufrimiento. Solo el amor puede encender el fuego que nos permite ver el verdadero rostro de Dios.
Ese amor está en nuestro orar, en nuestro hablar, en nuestro mirar, pero sobre todo en nuestra lucha en la realidad que vivimos. Ese amor está en el foso más grande, en el valle de lágrimas, en el valle de muerte, en el desierto, en lo más alto, porque, no es esto ni es aquello, sino la fuerza que mueve la actitud humana para percibir a Dios. Cuando ubicamos el amor en esto o aquello hacemos del mismo un (hecho), de modo existencial. Discernir a Dios es enfrenarnos con nosotros/nosotras mismos/as. Sabemos que somos vulnerables, que la vida es un luchar continuo y que nuestros días son como los del jornalero. Es por ello que quien sabe que todo obra para bien no recapitula resignado, de modo fatalista o religioso, sino que se entrega, con el inefable gemir del Espíritu, movido por el convencimiento de que ese amor es quien permite que todo obre. Ahí es cuando el ser humano ama a Dios, no antes ni después. Puesto que el amor de Dios tiene lugar nuestra posibilidad se convierte en bien. Ya que el amor es insaciable su cooperación permitirá que todo sea para bien. En ese amor se ha parido la experiencia de la vida. Por ese amor todo obra y confabula con nosotros para enfrentar el día y la noche sin tiempo determinado. Es por ello que en la pérdida de Job le es devuelto el doble de lo perdido. El aguardar a Dios es implicarle en nuestro camino, por lo tanto, hacerle partícipe de nuestra esperanza. No dudes que todo obra para bien, pues ese Dios que amamos anda con nosotros y está actuando en favor nuestro. Dios recompensa a los que le aman. Atrévete a amar a Dios. Oremos: Señor, gracias por este día. En medio de nuestra incomprensión de cómo se mueve la vida, nos aferramos a la esperanza de un cielo y un reino, accesible, solo en ti y a través de ti. Hoy afirmo que todo obra para bien y que sin ti las acciones no tendrían propósitos. Tú que amaste primero lo hiciste porque sabías que así sabríamos que nos comprendías. Gracias porque te amo sé que cada suceso de mi vida está alineado a tu voluntad. En Jesús, amén.
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AutorPastor José Báez Báez Categorías
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September 2017
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