Las bendiciones de Dios

"He aquí yo les traeré sanidad y medicina; y los curaré y les revelaré abundancia de paz y de verdad". Jeremías 33.6 (RV60).

Las bendiciones de Dios, siempre, contrarrestan las aflicciones que vivimos o que ahora estamos experimentando. Aunque la herida sea considerada incurable o incluso mortal, Dios proveerá para la curación. Dios hará lo indecible, para que cualquiera sea tu enfermedad, física, emocional, psicológica, familiar, sea llena de salud. 

La salud es comparada con la salvación. No olvide que la vida es mejor que cualquier otra cosa existente. Es por ello que sobre la curación física, está la salvación del alma. ¿De qué nos sirve tener los dos ojos e ir al infierno, de qué nos sirve tener los dos pies e ir al infierno? Es mejor entrar con un ojo al cielo y no con los dos al infierno, con una pierna al cielo y no con las dos al infierno. Ya, Jesús, habló de esto. La salud y la salvación están entrelazadas y para cualquier dolor o aflicción nuestra es mejor la curación de Dios. Nuestra enfermedad es nuestro propio pecado. Para ser sanados tendremos que disponer nuestra vida a Dios para la pronta recuperación y sanación. Dios garantiza estabilidad por su fidelidad a las promesas. Es mejor la paz y la verdad. La verdad nos dirige a la paz y la paz es sanación del alma. La gracia y la verdad nos vinieron como regalo en Jesús. Si por medio de la fe recibes a Jesús recibes su paz y su verdad.

Oremos: Dios y Señor nuestro. Estamos delante de ti porque sabemos que eres Dios. Tú y solamente tú eres quien trae la verdadera sanidad. Quien da la medicina que sana. Y en Jesús nos revelaste la paz verdadera y la verdad. Que esa paz en Jesús y esa verdad nos conduzcan día a día. En tu nombre, amén.