"un ca-fe
con dios"
Rvdo. José L. Báez báez
Basado en parte en homilía de Monseñor Romero, buscar en ServiciosKoinonía.com Texto: Deuteronomio 30.10-14 I. El pedido de Dios es obedecer y guardar
Hoy la palabra de Dios nos hace una invitación. "El Reino de Dios está dentro de nosotros". vivimos muy a fuera de nosotros mismos. El problema que tenemos es que pretendemos interpretar a Dios desde las afuera de nosotros. Comprender que la voz del Señor, la ley que santifica, no está, allá en las alturas del cielo, pues no tendríamos que preguntar quien subirá y nos hará entenderla o mas allá del mar porque no habría quien nos haga cruzar. Como mejorara Puerto Rico? Como nos entenderemos? La costumbre de esperar en este país ya debe ser historia del pasado. Si seguimos esperando que la ayuda venga de afuera y le echamos la culpa al gobierno, a los que tienen más riqueza, incluso al vecino porque sacude las hojas cuando usted está tomando una siesta, entonces no hemos aprendido nada. De qué serviría el documento sagrado? Si en realidad cambiar las estructuras sociales, políticas, económicas, no tiene sentido si quien dirigen dichas estructuras no permiten cambios en su corazón. Tiene que haber una transformación en el interior. La obediencia a la voz de Dios es guardar sus mandamientos. Cuando guardamos algo, lo hacemos para el interior. Nadie guarda nada para fuera. Al contrario, cuando guardamos lo hacemos para adentro. La gente no guardó las cosas afuera cuando el miércoles pasado la tormenta "Chantal" pasó por la Isla. Usted guardó las cosas. La palabra guardar en sí misma no tiene importancia. Por ejemplo: "Guarda la ropa", las tenis, la comida en la nevera, guarda lo valioso, lo que puede servir. Guardar es "cuidar algo, vigilarlo, y defenderlo; es poner algo donde esté seguro"[1]. Veamos el amor como ejemplo de guardar. Jesús dijo: "Si me amáis, guardareis mis mandamientos", Juan 14.15. Las acciones per se no son el amor, pero estas demuestran si una persona ama o no. No se demuestra amor a Jesús diciendo simplemente: "yo amo a Jesús", sino que ese amor se demuestra guardando sus mandamientos. Ese es el primer principio de guardar. La condición de guardar la palabra de Dios es haberse convertido. Esa es la realidad del segundo cuando. "cuando te convirtieres a tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma. Eso quiere decir que hay gente capaz de convertirse a medias, a cuartas, a octavos, a tercios y eso no les permite guardar la Palabra de Dios. Ahora bien, cómo obedecer si no escuchamos la voz de Dios y cómo escuchar la voz de Dios si no la guardamos, como guardar a lo que no le damos importancia? El asunto está en nuestro interior. Fíjense en los dos aspectos que exige Dios a la hora de la conversión: 1. Con todo tu corazón 2. con toda tu alma El asunto está en volvernos al interior. La religión no produce cambios en nosotros, mucho menos las observancias. Si mi vivir es una religión que no produce transformación entonces no es espiritualidad. La espiritualidad produce cambios en nuestro interior, es decir en el corazón y el alma. Lo que se debe quebrar para que haya transformación es tu corazón y tu alma. Dice Leonardo Boff: "El ser humano no es un ser de transformaciones, pues nunca está acabado, sino que está siempre haciéndose..."[2]. Es porque hay transformaciones y transformaciones. Aquellas que son apariencia, que hasta se pueden medir porque son una cosa en la iglesia y otra fuera de ella. Son transformaciones incompletas, de partes, de lo que quiero pero no de lo que debo... y por otro lado hay transformaciones que son en el interior, en el alma en el corazón, "capaces de dar un nuevo sentido a la vida o abrir nuevos campos de experiencia"[3]. Ese cambio es de amor, compasión, paciencia, tolerancia, respeto... En la medida que obedezcamos y nos convirtamos o cambiemos no seremos religiosos sino guardadores de aquello que es valioso para cada uno de nosotros/nosotras. Esa conversión es personal, porque es mía o tuya, es colectiva, porque si alguien se convierte yo también me convierto porque es mi alegría su conversión y ello hace que yo reciba ese beneficio, es divina, porque es del Espíritu, pero sobre todo es en nuestro interior. Ese mandamiento no es difícil de cumplir porque dicha palabra está en nuestra boca y en nuestro corazón, para que la cumplamos. Hubo épocas en Occidente en donde el poder sagrado ejercía un dominio absoluto, poniendo y deponiendo reyes, promoviendo guerras e imponiendo pacificaciones. El altar se tornó en la oportunidad de una palabra salvaje, hiriente, y el lugar en el que más se generó violencia. Violencia religiosa en nombre de Dios, se quemaron millones de mujeres, se silenciaron a muchos, y se promovieron guerras. Hoy no estamos lejos de la realidad de una religión violenta, en la cual la mano de Dios es misericordia y la del pueblo de Dios es juicio, en donde la voz de Dios es amor, y la del pueblo de Dios es condenación. No podemos cultivar en nuestros altares burócratas de lo sagrado porque lo sagrado no tiene dueño, es de todos porque es de Dios. Leonardo Boff dice: "En lugar de generar pastores mezclados con el pueblo, lo que generan son autoridades eclesiásticas que viven por encima del pueblo y a su costa". No quieren fieles creativos, sino obedientes. NO se propicia la madurez en la fe sino el infantilismo de la subordinación. Entonces todo redunda en estar pendientes a lo que nos puedan dar de afuera, en lo que me puedan dar para ayudarme, pero no hay una capacidad de animar, de inspirar, de plantear una palabra con nuevos ánimos y nueva vida. Si tenemos un Dios vivo la iglesia debe actuar como viva y no como muerta. Quien se encuentra con Dios y se vuelve de su camino al camino de Dios comienzan una transformación personal y comunitaria. El asunto no está en el cielo, ni más allá del mar, sino en nosotros, entonces vamos a cumplir. Poco después de ver el segundo gol de Maradona a los ingleses en México 86, este enjundioso colombiano perdió la vista, pero mantuvo intacta su pasión por la pelota: se hizo director técnico y presidente de un club. En su último libro, el escritor uruguayo Eduardo Galeano contó en pocas líneas esa vida que el propio protagonista detalla para El Gráfico... El 20 de octubre de 1986, ocho días después de haberse golpeado en la piscina de un parque de diversiones de Colombia, su país, Manuel Alba Olivares empezó a perder la vista. Hasta entonces padecía la amenaza de la miopía. Tenía 11 años. Una de las últimas cosas que recuerda haber visto es el segundo gol de Diego a Inglaterra en el estadio Azteca, durante el Mundial de México, ese mismo año. No deja de sonreír al volver a aquellos tiempos. Su historia no es una más: fue elegida por el escritor uruguayo Eduardo Galeano para referir la pasión que genera el fútbol. Está publicada en su último libro, “Los hijos de los días” (Editorial Siglo XXI). “Me enteré de que fui mencionado por Galeano porque me llamó un periodista del diario Folha (San Pablo, Brasil); y ahora, que me quiera entrevistar una revista tan tradicional como El Gráfico, que es un patrimonio futbolístico a nivel mundial, me parece increíble”, dice con una actitud positiva que no dejará durante la hora y pico de charla. Desde sus 11 años hasta sus 37 actuales, fue presidente de un club que fundó con amigos, director técnico, músico, comentarista y relator. Vive en su pueblo natal, Juan de Acosta, en Barranquilla. Con la esperanza le alcanza para tener alegría. Con el recuerdo le sobra para sonreír. “A Diego lo llevo guardado en mis memorias desde hace 25 años: ese gol mágico contra Inglaterra… soy un profundo admirador suyo. Diego es el grato recuerdo de poder ver a uno de los mejores futbolistas del mundo, junto al Rey Pelé. Para mi hubo dos: el Rey Pelé y Diego. A Pelé no lo vi jugar, pero de Diego sí puedo dar fe. De hecho, creo que es el mejor de la historia”, dispara. Y continúa su admiración: “Me quedo con Diego por sobre cualquiera por todo lo que significa, más allá de la cancha. Tiene más bondades a su favor en mí, porque tengo sus recuerdos grabados en mi memoria. No me olvido del gol que le hizo a Italia en el Mundial 86, cuando Argentina perdía 1 a 0; ni de la puñalada para el 3 a 2 que le hace a Burruchaga para el título. ¿Recuerdas eso? Esas cosas no pueden permitir que Diego sea reemplazado en mi memoria respecto de mi concepción de que es el mejor del mundo”. Cumplir ese mandato de Dios no es monopolizar a Dios como si pudiéramos monopolizarlo. Cumplir es un asunto de cada uno de nosotros en esta mañana. Cumplir es traducir las palabras de Dios al corazón del otro/otra a través del diálogo consigo mismo y con nuestro corazón. También con Dios y con los demás, incluyendo la naturaleza. Cumplir la voz de Dios es desembocar cada uno de nuestros actos en amor, sensibilidad, compasión, etc. Cumplir es actuar de acuerdo a la conciencia, a la razón comunitaria valorando al otro/otra sacrificando nuestras energías y en último, actuando con la vida. Cumplir el mandato de Dios es no olvidar que no estamos solos. Que lo que diga mi voz se viva en el corazón. [1] Real Academia Española. Diccionario Usual. [2] Leonardo Boff. Espiritualidad, Un camino de transformación. (Santander: Sal Terrae, 2002), 20. [3] Ibíd., 23.
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AutorPastor José Báez Báez Categorías
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September 2017
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