"un ca-fe
con dios"
Rvdo. José L. Báez báez
Salmo 1. 1-3 Introducción: La sección inicial del Salterio (1-41) comienza la serie de poemas que se conocen tradicionalmente como los poemas de David, relacionado con David, con excepción del 10 y 33. Las personas justas "meditan en la Ley del Señor". El salmista pone de relieve las virtudes que se relacionan con los estilos de vida que rechazan abiertamente la maldad y el pecado en sus diversas manifestaciones[1]. La gente que entiende las implicaciones extraordinarias de vivir a la altura de las exigencias divinas son como árboles bien plantados y alimentados, ¡producen fruto abundante! Recuerdo cuando sembraba en la finca de mi suegro, que en paz descanse, y las veces que tuve que echarle abono, cal y otros nutrientes al terreno para que las plantas se dieran fuertes. Una vez sembradas había que mantenerlas limpias y ello implicaba constantemente sacarle la yerba mala. Aquella yerba que impedía que las plantas crecieran y dieran frutos. Nuestro abono parte, de la Palabra, del consejo adecuado. Lo que debemos preguntarnos es; ¿Quién nos aconseja? ¿En qué ley nos fundamentamos, nos sostenemos? ¿Es la ley del Señor nuestra delicia? Nuestra delicia debe ser el consejo de Dios, la Palabra de Dios. Quien vive de acuerdo al mal consejo tiene un futuro desastroso y su fin es muerte. Son personas que no tendrán espacio en los lugares que Dios ha separado y reservado para el disfrute de su pueblo. ¿Estás lejos del consejo de Dios?
Entonces, te invito a que puedas ser llamado (bienaventurado/bienaventurada). El bienaventurado/bienaventurada describe a la persona feliz, dichosa y alegre. Esa felicidad no es descrita por ser el más poderoso económicamente, ni por tener las propiedades más caras, sino por la fidelidad de cada uno de nosotros y nosotras. Somos bienaventurados porque no andamos en consejos de malos, ni andamos en caminos perversos. Nuestro comportamiento determina nuestros principios y nuestros valores éticos y cristianos. Es decir, son el testimonio de lo que verdaderamente somos. Por ello, meditar en la Ley, entonces, no solo es motivo de contentamiento y felicidad, sino objeto de análisis sobrio, ponderado, profundo y crítico, pues el ser humano bienaventurado desea descubrir la voluntad divina para llevarla a efecto[2]. La comparación del ser humano con el árbol frondoso es común en el AT (véase Sal 92.12-15; Jer 11.19; 17.8; Ez 17.5-10,22-24;19.10) y se repite en el Oriente Medio. Es por ello que cuando habla de "plantado" hace referencia a que el ser humano es feliz en la medida que se relaciona íntimamente con Dios, de la forma que el árbol se nutre junto a las fuentes/corrientes de aguas. Si nuestros pasos son en una relación profunda con Dios las raíces de fe serán profundas. El asunto del "agua" pone de manifiesto no solo los ríos y manantiales naturales sino los canales de irrigación que eran comunes en Egipto y Mesopotamia. ¿Será nuestra irrigación las fuentes del Espíritu de Dios? ¿Los canales o manantiales será su Palabra? Con esos canales el árbol recibirá los nutrientes necesarios, independientemente de los caprichos del tiempo y sus inclemencias, para mantener sus hojas y brindar buenos frutos en la época precisa. Más que un asunto de futuro, esta palabra es una de esperanza continua, de constante relación con Dios. Afirma que quien vive nutriéndose de Dios permanecerá con sus hojas y sus frutos serán buenos. Nos corresponde vivir al amparo del consejo de Dios para que nuestro fruto sea bueno. Ese consejo de Dios produce en nosotros/nosotras bienestar, seguridad, paz y prosperidad. No se cae tu familia, no se caen tus hijos, no se cae tu trabajo, no se cae, tu esperanza, no se cae tu matrimonio, no se cae tus finanzas, no se cae nada de lo que has plantado bajo el consejo de Dios. Es tiempo de afirmar nuestra vida y permitirle a Dios irrigarnos con su Espíritu para que nuestra vida no deje de llevar fruto. Oremos: Señor, cuan maravillosa es tu Palabra que permite que seamos plantados junto a corrientes de agua. Aguas salutíferas que no permiten que nuestra esperanza se trunque, que nuestra vida se desprenda y caiga como quien no tiene futuro. Hoy nos acercamos a ti pidiéndote perdón por las veces que el consejo que hemos seguido no ha sido el tuyo. Permítenos acercarnos a ti para que nuestras raíces abracen tu consejo y nutras con ello nuestra vida. Si algo falta en mi plántalo en ti para que todo lo que haga prospere y me puedas llamar bienaventurado. En el nombre de Jesús, ¡Amén! [1] Samuel Pagán, De lo profundo, Señor, a ti clamo, Introducción y comentario al libro de los Salmos. (Miami: Ed Patmos, 2007), 110-111. [2] Ibíd., 111-112.
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AutorPastor José Báez Báez Categorías
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September 2017
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