"un ca-fe
con dios"
Rvdo. José L. Báez báez
Le ofrecieron oro, incienso y mirra”, Mt 2.11 El fin que motiva tal ofrecimiento es incomparable. Es un acto de fe incomparable. Un camino largo de seguridad y esperanza en llegar a donde Dios quería llevarles. Ante los peligros y los riesgos de encontrarle se antepuso la incomparable estrella. Todo queda atrás por un motivo incomparable: “ofrecerle presentes” al rey que ha nacido. Ellos vieron al niño y a María y no debe asombrarnos el silencio obediente de José. Esa obediencia de José y María es incomparable. Ellos “abrieron sus cofres y le ofrecieron presentes”, pero antes le adoraron. Los cofres tenían riquezas, pero su corazón una riqueza mayor, gratitud. Por ello no podían ofrecer los presentes sin haberse postrado en adoración. Lo que movía su caminar se gestó en sus corazones. Dios había puesto una luz en sus vidas jamás sería igualada con ninguna estrella de las que habían visto. Aquel niño no solo era Rey de los judíos. Sabemos que a los reyes se les obedece pero, ¿adorarle? Los magos sabían qué adorar y cómo adorar. Solo Dios recibe adoración. “Postrándose le adoraron” a los pies del niño. Haciendo su gran prestigio grande a los pies del niño. La Majestad del niño es incomparable. Aquel niño con “pocos días de vida” había venido de más lejos que los Magos y eso se los reveló aquella estrella incomparable. Para María aquella visita era extraña y para los Magos, la del niño Dios era incomparable. La adoración no fue improvisada pues desde lejos venían con ella en el corazón y en las manos. El significado es preciso e incomparable: “el oro como Rey; el incienso como Dios y la mirra para una muerte a nuestra causa”. Ya los presentes serían un asunto pasajero, pero lo que Jesús buscaba era algo para la eternidad, y lo que quiere de nosotros lo dice el proverbista: “dame hijo mío, tu corazón”, Prov. 23.26. “Jesús no anda buscando cosas nuestras, más bien nos quiere a nosotros”, ha dicho alguien. El verdadero presente nace en nosotros. Lo que llega al corazón no se va porque se hace concreto. Los presentes terrenales – buenos para vivir – no pueden ser el fin por el cual vivimos. No podemos convertir en fin lo que son medios. Si los medios materiales (oro, incienso y mirra) no nos permiten alcanzar el fin principal (Jesús) no hemos encontrado la razón de nuestro caminar. Lo que le podamos ofrecer a Jesús no es comparable con el corazón que se abre ante su presencia. ¿Te atreves? No eres un Mago de Oriente pero eres hijo/a de Dios y así como ellos puedes adorarle. Tendrás un encuentro incomparable y sabrás que no hay una experiencia mejor. Oremos: Dios que marcas la vida de cada uno de quienes abren sus tesoros a ti. Hoy, vuelvo a celebrar en mi País, que tú naciste y que abro mi corazón como tesoro y mi mejor adoración ante al que sé es el Rey de reyes y Señor de señores. Gracias por haber nacido. Mi mejor adoración es mi corazón. Señor, por favor, que los niños/as del mundo puedan recibir como tú, algún presente. Abre el corazón a quienes han perdido la esperanza. En el nombre de Jesús, Amén.
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AutorPastor José Báez Báez Categorías
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September 2017
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