Haced lo que ella dice...

Santiago 1.22-25

El tono y la expresión del discurso parece al Semón del Monte predicado por Jesús. Por ejemplo, Jesús concluye el sermón al decir: "Por lo tanto, todo aquel que oye estas palabras mías y las pone en práctica es como el hombre sabio..." Mat. 7.24. Este es el mismo sentimiento expresado en Santiago "sed hacedores de la Palabra...". Es un mandato directo ya que oír es primero y hacer después. Sin embargo, oír y no hacer es el inicio del engaño. El ser oidores es desobediencia en griego. Si nos limitamos a escuchar la predicación del Evangelio y al finalizar el culto se van como si la Palabra de Dios, predicada, no les dijo nada, entonces serán oidores. Nuestra fe es activa, "hacedores de la palabra". Quien oye la palabra y no la hace es como quien se mira al y después de mirarse se olvida inmediatamente cómo era. Nuestro constante mirar en el espejo establecen que nuestras memorias son como zarandas. En la antigüedad los espejos eran de un metal pulido y colocados sobre una mesa, de modo que las personas, para mirarse, tenían que inclinarse. Al hacerlo sólo veían un reflejo de sí mismos. Cuando nos miramos al espejo y vemos nuestra imagen, rápidamente ajustamos nuestra apariencia externa y nos marchamos. El que oye la Palabra hace Algunos ajustes y sigue su camino. El espejo es utilizado para alterar la apariencia externa de la persona; la Palabra sin embargo, confronta al ser humano internamente y exige una respuesta. No podemos ser sólo oidores, pues hay muchos que oyen pero no internalizan la palabra. La persona que se limita a oír la Palabra y no responde a sus demanda solo se ha mirado al espejo y ajusta su exterior, pero no permite que Dios toqué su corazón para hacer los ajustes necesarios.

El que oye la Palabra, de la libertad, y persevera en ella, no siendo olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace.

Oremos: Dios y Palabra viva. Ayúdame a caminar en obediencia y en acción continúa de tu Palabra. Tú, siempre, tienes algo que decirnos para que nosotros hagamos. Haremos, pero contigo la obra necesaria. En tu nombre, amén.