"un ca-fe
con dios"
Rvdo. José L. Báez báez
Pastor, José Luis Báez Báez, ICDC – Guaraguao Abajo Domingo de Ramos (24 de Marzo de 2013) Entrada Triunfal Juan 1.1-14; Mateo 21.1-11 Predicación basada en Gustavo Gutiérrez, Teología de la Liberación, perspectivas, 14 ed. Salamanca, España: Ediciones Sígueme, 1990. En la reflexión de Leonardo Boff titulada “Quiso ser como nosotros”. y reflexión tomada de Rvdo. Fernando Barbosa, ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! Introducción:
Esta es la semana de la Pasión. Jesús entró a Jerusalén. Jerusalén, la Ciudad de David, la Santa Ciudad llena de contradicciones. Allí está el Templo, lugar de Adoración, pero estaban también los religiosos que se oponían al ministerio de Jesús. Uno más grande que el templo ha llegado Mt. 12.6. Los templos cómodos se pueden volver ídolos. Es más el acondicionador de aire es bueno pero si no está el Señor, no sirve. Si la capilla es en madera, pero está el Señor, ese lugar es más grande que los grandes templos. ¿Cómo es que ese Jesús, es nombre sobre todo nombre? Pues yo creo que eso es un proceso histórico, un proceso arduo, un proceso difícil. Es lo que yo llamo, EL MILAGRO DE LA ENCARNACIÓN. I. Dios habita con su pueblo: Gustavo Gutiérrez, es un teólogo de la liberación que dice que el Dios de la Biblia es un Dios cercano, de comunión y de compromiso con la humanidad. La presencia activa de Dios en medio de su pueblo forma pare de las más antiguas y más persistentes promesas bíblicas. Por eso en la primera alianza le decía al pueblo: <<moraré en medio de los hijos de Israel, y seré para ellos su Dios>>, Éxodo 29, 45-46. Su santuario estaría con ellos para siempre, Ez 37, 27-28. Esta presencia, muchas veces con el matiz de la habitación, es decir, de la presencia en un lugar determinado (Shequina)[1] . Es decir que en alguna parte Dios tiene su habitación. Mientras que presencia no indica ningún lugar, ningún lazo, ninguna preferencia…, la habitación, sin embargo, supone que se ha hecho la elección de un lugar para morar. Eso marca la relación que se establece entre Dios y la humanidad. La promesa de esa presencia se cumple de modos diversos a lo largo de la historia, para alcanzar su plenitud bajo una forma supera toda expectativa: Dios se hizo hombre. Esa presencia, ya será más universal y más integral. Una presencia histórica:
Todo cambia con el templo. Canaán es señalado como la residencia de Yahvé. Es la tierra prometida por él y fuera de ella no se le encuentra. David – teme a salir del país, porque no quiere estar lejos de Yahvé (1 Sam 26, 19-20). Naamán – curado de la lepra por el profeta Eliseo, se lleva un puñado de tierra de Canaán para poder ofrecer sacrificio más allá de sus fronteras, 2 Re 5,15-19. Lo que es importante es que sepamos que el templo y Canaán no contienen a Dios, como se expresa por otro lado. En la medida que el pueblo se asiente los profetas harán una dura crítica del culto puramente externo. Lo que trae una crítica a los lugares de culto. Y sobre el templo Dios dice: “los cielos son mi trono y la tierra el estrado de mis pies, pues ¿qué casa van a edificarme, o qué lugar para mi reposo…”, Isaías 66.1-2. Por otro lado, “les daré un corazón nuevo, infundiré en ustedes un espíritu nuevo, quitaré de su carne el corazón de piedra y les daré un corazón de carne. Infundiré mi espíritu en ustedes y haré que se conduzcan según mis preceptos y observen…, Ex 36, 26-27; Jer 31,33. Dios estará presente en el corazón de cada ser humano. ¿Dónde esa presencia de Dios haya lugar? ¿Dónde es que el anuncio se cumple? En la encarnación del Hijo de Dios: “El Verbo se hizo carne y habitó (puso su tienda) entre nosotros”, Jn 1.14. Cristo no solo anuncia una oración en “espíritu y en verdad” que no necesitará de templo material (Jn 4, 21-23), sino que se presenta él mismo como el templo de Dios: “Destruyan este templo y en tres días lo levantaré”. Dios se manifiesta visiblemente en la humanidad de Cristo, Dios-hombre, comprometido irreversiblemente con la historia humana. Cristo, templo de Dios. Pablo dirá que en él reside toda la plenitud de la divinidad corporalmente (Col 2,9). Es por eso la insistencia de Pablo en hablar de la comunidad cristiana como un templo de piedras vivas, y de cada cristiano en particular, miembro de esa comunidad, como templo del Espíritu Santo: ¿No saben que son templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes? II. El quiso ser como uno de nosotros, Leonardo Boff Dios quiso comunicarse de un modo total a otro diferente de sí, pero no desconocido para sí. Se dignó entregarse como don alguien. No se limitó a ser solamente Dios, sino que se hizo criatura. No juzgó oportuno comunicar únicamente su Bien, su Verdad, y su Belleza, sino que la encarnó. Por lo tanto, siempre que amamos radicalmente el Bien, pensamos en la Verdad y apreciamos la Belleza, estamos apreciando, pensando y amando a Dios. No se quedó en las palabras de que nos hizo a su imagen, sino que fue capaz de hacerse a nuestra imagen. Es decir, que quiso quedarse. Dice Leonardo Boff que Dios se da al mismo Dios. Para darse debe existir alguien diferente que pueda recibirlo. Y ese alguien, capaz de recibir a Dios, fue creado. Es el ser humano. Y dentro de las miradas que pudo dar, solo tuvo que mirar a quien más amaba, su hijo, un judío de nombre Jesús de Nazaret. En él existe toda deidad y presencia de Dios. En Jesús de Nazaret, el ser humano encuentra el sentido y la realización plena de la existencia, querida y creada para hospedar a Dios. Es por ello que Dios se auto-entegra totalmente a alguien, es esta acción la encarnación divina. Cierto día, llega la plenitud de los tiempos, habiendo expirado el plazo de espera y a través de una virgen que responde con temor y temblor al llamado del Dios que quería vivir en la casa de los seres humanos. María dijo que sí y fue así como Dios encontró morada, lugar para él. Allí comenzó a crecer en el mundo. Aquél a quien nadie había visto jamás, Aquel a quien los hombres suplicaban: Señor muéstranos tu rostro, se mostró tal como es. Sin dejar de ser el Dios que siempre había sido, asumió la figura humana que no siempre había sido. Lo hace sin quedarse encerrado en su misterio indescifrable, sale de su luz inaccesible y se adentró en las tiemblas humanas. No permaneció en su omnipotencia eterna, sino que penetró en la fragilidad de la criatura. No atrajo hacia sí a la humanidad, sino que se dejó atraer al interior mismo de la humanidad. Dios se hace mundo, se torna humano. Ya no es el Dios al que se le canta a la distancia sino el Dios que se ha mostrado tal cual es. Por ese amor infinito, se ha acercado a nosotros. No tuvo miedo a la materia, no dudó en asumir la condición humana, a veces trágica, y en muchos aspectos absurda. ¿Quién podría pensar que Dios se hiciera hombre de esta forma? Hay que reflexionar porque el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, como tú y como yo, menos en el pecado: un hombre limitado que crece, que aprende y que pregunta; un hombre capaz de oír y de responder. Dios no tomó una humanidad abstracta de animal racional, sino que desde el primer momento de su concepción asumió un ser histórico: Jesús de Nazaret, un judío por raza y por religión, que se formó en el reducido espacio del seno materno; que creció en el reducido espacio de una patria insignificante, en un lugar poco culto, donde no se hablaba griego ni latín, las lenguas de la época sino un dialecto, el arameo, con acento de Galilea; que sintió la opresión de las fuerzas de ocupación de su país; que conoció el hambre, la sed, la soledad, las lagrimas, la alegría, la tristeza, el temor, las tentaciones y el horror a la muerte; y pasó por la noche oscura del abandono de Dios, todo esto lo asumió Dios en Jesucristo. III. Jesucristo: Sacramento del encuentro entre Dios y el hombre Jesús se manifiesta como el lugar (habitación) donde se encuentra el ser humano que busca a Dios y Dios que busca al ser humano. Es la encrucijada en la que se cruzan el camino descendente de Dios y el camino ascendente del hombre. En él se fortalece nuestra fragilidad y nuestra abismal pobreza. En nuestra fragilidad podemos decir: ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! Eso es adorarlo. En Jerusalén había templo, había religión, había religiosos, pero su corazón estaba lejos de honrar a Dios. Nosotros hemos venido a adorar a Dios verdaderamente. Cuando Jesús nació la gente estaba agitada. Ya veremos que hoy gritamos ¡OH Sana! y el viernes le habremos gritado “crucifícale”. Mientras nuestro norte es que el envío de Jesús es a la aldea de al frente… Ir y desatadla y traédmelos… El Señor lo necesita… Solo decir el Señor lo necesita… es decir que el Creador lo necesita, el que dice y hace… Cuando obedecemos la voz del Señor se cumplen las promesas. Si queremos que nuestras promesas se cumplan, sean reales hay que obedecer la voz de Jesús, porque no es cualquiera, es el Señor… Es en nuestra obediencia que el Señor recibe la mejor adoración. El mejor Oh Sana, el mejor bendito el que viene en el nombre del Señor… Es allí en nuestra obediencia que el Señor se puede sentar, puede movilizarse en nosotros porque ya existe en nuestra fe, porque ya es real en nuestra vida, porque en nuestra obediencia encarnamos lo que es. Yo le quiero adorar….. [1] Este término hebreo debe traducirse habitación, en lugar de presencia.
0 Comments
Leave a Reply. |
AutorPastor José Báez Báez Categorías
All
Archivos
September 2017
|