Dialogar con Dios

Ex 33-34

A Moisés le gustaba conversar con Dios. Toda su vida fue un diálogo continuo con Dios. Desde la postración en la zarza en el desierto hasta el último día sobre el monte en el que Dios se lo llevó. Era un diálogo de amigos. Moisés sabía que Dios tomaba partido por él, y lo defendía. Dios le habló cara a cara. 

No te parece que nuestra relación con Dios debe ser un conversar con Dios. Los diálogos de Moisés eran de intercesión, de pedidos, de acompañamientos. Le decía a Dios: "Si no vas con nosotros, no nos hagas salir de aquí...".

No dejemos que la nube de Dios se aparte de nosotros/nosotras, que siempre la presencia de Dios nos guíe. Subamos a su presencia y esperemos a que nos hable. No olvides que nuestro tiempo y el de Dios no coinciden necesariamente. Cada vez que Moisés subía al monte era envuelto en la nube. El que Dios lo envolviera implicaba una nueva experiencia, un nuevo Moisés, con más paciencia, más receptivo, más silencioso.

En los diálogos con Dios aprenderemos que es nuestro amigo. Que está más allá de lo que pretendemos confiarle. Dios nos habla en la misma "nube".

Nuestras "nubes" oscuras de dudas y preguntas, son disipadas por la nube de Dios. La nube de Dios siempre habrá de destilar compasión, paciencia, misericordia y fidelidad. Deja que esa nube te envuelva y serás cada día un mejor creyente.

Oremos: Dios y Señor que hablas. Dios que revela sus misterios de manera misteriosa, pero de aliento al ser humano. Hoy te pedimos que tu nube, es decir, tu presencia, nos abrace y nos ayude a ser mejores creyentes. Que cada palabra tuya nos llene de ti y nos permita compartirlo con los demás, en el nombre de Jesús, amén.