"un ca-fe
con dios"
Rvdo. José L. Báez báez
Apocalipsis 6.12-17
El sexto sello fue abierto y tras él un gran terremoto. El cosmos sufrió trastornos jamás visto. El sol negro, la luna en sangre y las estrellas cayeron. Quienes vivían preferían la muerte antes de ver al que está sentado en el trono, es decir, al Cordero. Sus escondites no eran suficiente y piden a los montes que les caigan encima antes de ver ese rostro. Cuando llegue el gran día de Dios nadie podrá sostenerse sobre sus pies. Mucho se ha dicho de esto y muchos se han burlado de este momento. Nosotros, los que creemos que Cristo viene, no cesemos de esperarle viviendo agradándole. Vivamos dando testimonio y afirmando en quién hemos creído. Aunque se muevan las estrellas, se apague el sol, se llene la luna de sangre, nosotros esperaremos en Dios . Oremos: Dios de infinitas misericordias. Que hoy permite que el sol resplandezca sobre la humanidad. Que retardas tu llegada para que los que no te conocen te conozcan. A ti te imploro para que protejas nuestra familia para que cuando estemos ante tu presencia no corramos a escondernos sino podamos estar de pie. En tu nombre, amén.
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Zacarías 10.1-5
"Pedid a Dios lluvia en estación tardía. Dios hará relámpagos y os dará lluvia abundante...". Las estaciones del año pasan y con ellas la esperanza de ver lo que hay en ellas. Sin embargo, en Dios basta con pedir "lluvia en la estación tardía" y Dios "hará relámpagos y dará lluvia abundante". Su producto, el pasto verde, se hará notorio inmediatamente. Cuando nos acercamos a Dios y no a nuestros dioses personales, Dios nos responde. Nos toca serle fiel a Dios y no consultar a nadie que no sea a él. Nuestro Dios nos libra de las amenazas sin necesidad de consultar adivinos. Dios mismo con su brazo nos lleva nos sostiene. ¿Estaremos haciendo lo correcto delante de Dios? Dios hace provisión, aunque parezca tardía. Por lo tanto, espera porque Dios hará. Oremos: Dios todos los tiempos, de todas las estaciones, a ti te damos gracias. Estamos delante de ti para que sepas que no hay otro a quien nuestro corazón adore y se postre que no sea a ti. Delante de tu presencia estamos Dios y solo queremos confiar aunque no veamos nada. En tus manos están nuestros tiempos. En tu nombre, amén. Salmo 80.19 "¡Oh Dios, Dios de los ejércitos, restáuranos! Haz resplandecer tu rostro, y seremos salvos".
Necesitamos a Dios y queremos que nos restaure. RESTAURAR es restablecer la condición original de algo. Es sanar, recuperar lo perdido. Si nuestra vida tiene propósito es porque el inicio de su restauración viene de Dios mismos. Nuestras vidas, separadas a causa del pecado, de la presencia de Dios, fue restaurada por la sangre de Jesucristo, vertida para nuestro restauración. No en balde, la hermana Ingrid Rosario ha cantado: "Sálvanos, Restáuranos, Avívanos Oh Dios. Sálvanos, Restáuranos, Avívanos Oh Dios, Oh Dios". Nuestra restauración permitirá que nuestros rostros tristes y apocados resplandezcan. Nuestra restauración afirmará que nuestra esperanza viene de Dios; que nuestro triunfo y salvación no están en las oscuras manos de la maldad sino en las manos del Dios de la vida. Oremos: Dios que cuida su rebaño. En nuestra desorientación y caos queremos que tú seas nuestro restaurador. Labra en nuestras vidas la esperanza para resplandecer como el día. Tu visitación en sí misma ya es redentora. Vuelve y restaura nuestras vidas, a tu pueblo, porque con urgencia necesitamos tu visita. En el nombre de Jesús, amén. Mateo 9.35-38
"Jesús recorría todas los pueblos y aldeas...". Ese recorrer tenía la función de enseñar en las sinagogas. Su mensaje se componía del anuncio de la "buena noticia del reino". Ese mensaje no solo era buena noticia porque se anunciaba sino también porque "curaba toda clase de enfermedades y dolencias". "Jesús tuvo compasión de ellos porque estaban cansados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor". El término “fue movido a compasión”, en griego, es splangchnizomai. La palabra splangchzma se refiere a las entrañas del cuerpo. Algo misterioso y profundo sentía Jesús por la humanidad cuando le veía. Hay mucho trabajo por hacer, hay mucha necesidad, pero necesitamos manos. Esas manos capaces de levantar, esas voces de "buenas noticias", esos pies que vayan por todos lados, es lo que necesitamos. "La mies es mucha y los obreros son pocos, pero si pedimos al Dueño de la mies él mandaría obreros". Si tu vecino necesita tu mano, no dudes en brindársela. Hay quienes se ubican en la indiferencia desde "si me necesitas me llamas". Esa son expresiones distantes y no comprometidas. Tengamos compasión como Jesús la tuvo y vayamos a los demás. Tú tienes algo que aportar, porque quien tiene a Cristo tiene algo hermoso que decir. Así que anuncia una palabra de esperanza hoy. Oremos: Dios y Señor de toda compasión. No permitas que el espíritu de la indiferencia nos alcance. Toca nuestras vidas y permite que no seamos del montón que no tienen nada que decir. Queremos dar palabra de buena noticia. Que la gente sepa que tú eres nuestra mejor noticia y tu amor y compasión es nuestra mayor alegría. En el nombre de Jesús, amén. Salmo 110.1-4
El rey es el personaje más importante de este salmo. Su contexto expone la entronización del monarca, aunque luego se halla utilizado para celebrar las victorias del rey o presentar su programa de gobierno. Por eso es conocido como "salmo de David". Es considerado un salmo mesiánico por la comunidad cristiana, para afirmar el Señorío de Jesucristo. Esto porque Jesús es para la Iglesia y para los creyentes el Mesías y el Cristo de Dios. v.1-3 Vemos a algún profeta del culto dirigirse al monarca en el nombre del Señor. El Señor le dice al rey se siente a su diestra o a la mano derecha (v.1), que en la antigüedad era un lugar de honra, una señal de distinción. En ello vemos la afirmación divina: El poder y la autoridad del rey no se confinará ni detendrá en Sión (v.2), pues dominará a sus enemigos. En las ceremonias antiguas de entronización se incluía un trono que se ubicaba sobre un estrado, según Dr. Samuel Pagán. Se dibujaban en el estrado los rostros de los reyes enemigos que el nuevo monarca debía derrotar. Este gesto es de victoria es símbolo de triunfo. Ir a la guerra era una de las labores del rey para defender a su pueblo. Desde, nuestra perspectiva, nuestro rey y Señor Jesús ya triunfó sobre nuestro enemigo, el diablo. Nosotros no tenemos porqué estar en constantes tribulaciones si la victoria no es un símbolo sino una victoria real. Cristo entró a este mundo y se hizo humano y habitó entre nosotros. Es Jesús mismo, nuestro rey quien viene a pelear nuestras batallas y nos da la oportunidad de estar junto a él. Nuestros enemigos no tienen razón para amedrentarnos, ya Cristo los derrotó en la cruz y triunfó sobre ellos. No dudes en creer que tú estarás delante del trono de Dios, vencerás a tus enemigos, alcanzarás la vitoria y celebrarás con el Rey de reyes y Señor de señores. Nuestra es la victoria en Jesús. Para los antiguos quien era entronizado se convertía en hijo de Dios, pero tú y yo nos hacemos hijos de Dios, no porque nos entronicen, sino porque su amor y su misericordia le hicieron enviar su mejor guerrero, su Hijo, en rescate de nuestras vidas. Los actos para el triunfo deben ser sacerdotales, para representar los sacrificios. Tú y yo debemos actuar en constante santidad, para entregar nuestra vida en dedicación al que nos dio la victoria. Oremos: Jesús y Señor de mi vida. Gracias por venir por tu pueblo. Eres mi Rey y Señor. A ti clamaré; a ti celebraré porque ya expusiste al enemigo bajo tus pies. Tuya es la victoria y nuestro triunfo estuvo en tu cruz, nuestra alegría en tu dolor, nuestra paz sobre tus hombros. Te doy gracias porque triunfaremos en tu nombre. Amén. "El que de vosotros quiera ser el primero, sea siervo de todos", Mt 10.43. Me encanta cuando Jesús mezcla la autoridad con el servicio fraterno. La verdadera espiritualidad existe en servir, ayudar, soportar a los otros, anunciar a los otros y amar. Así que la verdadera autoridad espiritual es no olvidar a los demás. El culto a la personalidad no existe en la comunidad de fe. No importa lo importante que sea alguien en la sociedad y cuán extraordinarios sean sus dones y cualidades que le decoren, es profano si permite la adulación en la comunidad de fe. Seamos humildes, rectos, sencillos, fieles en la vida y en la comunidad de fe porque esa es la iglesia. No necesitamos que unos sean más que otros en el templo, esa competencia la tenemos afuera, sino que nos sirvamos unos a otros. Oremos: Dios y Señor de la Iglesia, ya nos decía en estos días el hermano Aníbal que se encontró con una iglesia que le dio la mano y por eso se unió a ella. Dios, gracias por la iglesia que sirve como tu hijo sirvió, que se da como tu hijo se dio. Reprendo toda obra personal en la iglesia y toda exaltación a quienes pretenden tener autorida para dejar de ser parte de la comunidad. Nuestra iglesia sólo quiere ser portadora de tu palabra y espacio para otros y otras que no le han permitido espacios. En tu nombre, amén. 2 Crónicas 32.8 "Con él está el brazo de carne, mas con nosotros está el Señor, nuestro Dios para ayudarnos y pelear nuestras batallas. Y el pueblo confió...".
La intención del enemigo es conquistarte, es entrar a tu área, es dominar aquello que te pertenece. Esa fue la intención de Senaquerib. Sin embargo, Ezequías escuchando que venía el enemigo, buscó consejo. He hicieron lo que tenían que hacer. ¿Saben que hizo? Edificó los muros caídos. Eso es lo que tenemos que hacer. NO es concentrarnos en las ruinas sino en cómo levantarlas. Hizo alzar la torre y otro muro por fuera. Es tiempo de que protejas tu vida y la de los tuyos con quien es muro y antemuro; el Señor. Les habló al corazón: "Esforzaos y animaos; no temáis, ni tengáis miedo, del rey de Asiria, ni de toda la multitud que viene con él". Ya sabemos a lo que viene el enemigo. Sus intenciones son arruinarte, robarte, y si es necesario, matarte. También está claro que el Señor vino para darnos vida y vida en abundancia. Siempre que trate de llevar su vida sin Dios entrará en problemas. ¿Si Dios es con nosotros/as? El enemigo tiene brazo de carne, y ud y yo sabemos cómo es un brazo de carne, es decir, débil. "Mas con nosotros está el Señor, para ayudarnos a pelear nuestras batallas...". Dios hará te ayudará, pero te toca a ti levantar la ruina y construir los muros porque la batalla está en las manos de Dios. Tu batalla no es tuya es del Señor. Oremos: Dios y maravilloso Padre de nuestras vidas. Me llena de alegría que seas tú el que esté conmigo. Nunca me abandones, pues mis batallas serían seguras derrotas. Esta batalla que enfrentamos, en este tiempo, es parte de nuestro crecimiento, pero te suplico que no me dejes claudicar. No importa cuán grande sea el ejercito del enemigo, si tú estás con nosotros ¿Quien contra nosotros? Siempre hay más con nosotros que contra nosotros. Tú eres en quien yo confío. En tu nombre, amén. Filipenses 3.12-16
Las expresiones de Pablo descartan el triunfalismo y se vierten sobre la imperfección. "No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto...". Sin embargo, el que no haya triunfalismo no implica inacción. Vea que destaca una acción en la vida cristiana incesante: "sino que prosigo", "por ver si logro", "una cosa hago", "olvidando ciertamente lo que queda atrás", "extendiéndome a lo que está adelante". En esa acción el triunfo de Pablo no se define por lo que él pueda hacer por Cristo sino por el "llamamiento de Dios en Cristo Jesús. Finalmente mantengamos firme nuestro caminar en Cristo para que se revele en lo que sentimos. Oremos: Jesús y Dios de mi vida. También puedo decir como el apóstol, "no es que haya alcanzado", sino que tú me perfecciones, es decir , me completes en ti cada día. Cuanto necesito que cada día lo que sienta sea dirigido por ti. No dejaré de caminar y alcanzar, de olvidar lo que queda atrás y extenderme a lo que está adelante. Prosigo a la meta y esa meta eres tú. En tu nombre, amén. Filipenses 3.7-11
Es cierto que la vida se mueve a base de metas y sueños. De alcanzar, incluso, privilegios sociales, religiosos, títulos académicos, etc. Sin embargo, eso no compone la vida en Cristo, sino en uno mismo. Nuestras aspiraciones nos encaminan, pero no nos guían como lo es tener a Cristo. Cuando hablamos de conocer a Cristo no lo hacemos desde la expresión trivial. No es saber cuántos hay en la Biblia, citarla sin fallar, ni cuantas exégesis has hecho de Cristo y no vivir en su voluntad, sino conocerle desde la experiencia profunda de un encuentro verdadero. No me mal interpreten, creo que es necesario lo uno y lo otro, pero afirmar a Cristo en nuestras vidas es mayor y mejor. Creerle a Cristo y entregarnos a él no equivale a una expresión sentimental, sino a considerar toda grandeza o alcance humano por debajo de lo que es Cristo en nuestras vidas. Conocer a Cristo es hacerlo el guía de nuestras vidas. Es por ello que conocer a Cristo es más que mero conocimiento; conocer a Cristo es actuar es arriesgarlo todo en fe. NO se puede conocer a Cristo desde la admiración intelectual, ha dicho alguien, sino desde el camino, desde ese seguirle día a día. NO podemos pretender agradar a Cristo por nuestros méritos, por nuestros privilegios, sino por lo que somos en él. Si algo somos es en Cristo y su obra. Las prácticas religiosas no señalan el camino a Cristo, pero entregarnos a él afirma su gracia sobre cada ser humano. No dejes de conocerle porque ¿y si no hay mañana? No tengo duda que el v.9 me desafía vivir en la experiencia de Cristo: "y ser hallado en él...". Esa es a la meta que no nos podemos negar llegar. Esa es nuestra mayor admiración y nuestro mayor anhelo, "ser hallado en él...". Si somos hallados en él, entonces hemos ganado y no perdido. Oremos: Dios y Señor que guías mi vida. Contigo lo tengo todo y sin ti no tengo nada. Mi vida es porque tú eres. Estimo cualquier cosa alcanzada como aquello que me has permitido para tu propia gloria. Ayúdame para que jamás la altivez y la arrogancia intelectual sean mayor que tú en mi vida. Guárdame de las pretensiones humanas de ganar porque tengo y no por lo que soy en ti. Conocerte cada día es mi deseo mayor y ser hallado en ti mi mayor privilegio. En tu nombre, amén. Hebreos 2.18 "Pues cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados".
Jesús enfrentó toda tentación al enfrentar personalmente a Satanás. La debilidad de su humanidad fue evidente, pero mayor fue su deseo de hacer la voluntad del Padre y cumplir su propósito. El hambre, la sed, el cansancio, el sueño y la tristeza, situaciones todas por las que pasó Jesús no doblaron su voluntad. Llegó para ser como nosotros y nosotras. En medio de cuerpo humano vencer al enemigo, la muerte, dicho sea de paso, producto del pecado y la tentación. Su acción sacerdotal mediante el sacrificio nos libró de maldiciones. Su perdón reina sobre los pecados y su amor fluye como rio hacia los redimidos, ello autoriza y capacita a Jesús para socorrer cada una de nuestras vidas. El sufrimiento de Jesús fue su mayor comprensión para tu dolor. La intensidad de la tentación, por grande que sea, jamás alcanzará los linderos de la misericordia, el perdón y el amor de Dios por ti. Ten paz porque Jesús venció y tú vencerás. No sigas viviendo en lo que ya Jesús venció y destruyó. Dios entiende por lo que pasas. Jesús en su debilidad no miró la tentación sino la vida. Creeme que vencerás. Oremos: Dios, gracias a Jesús el imperio de la muerte fue destruido. La servidumbre no es lo que nos sujeta. La libertad que tenemos, a través de tu sacrificio, nos permite vivir. Gracias porque como dice tu palabra, "no socorriste a los ángeles..."v.16, sino a nosotros. Sin palabras Jesús, sin palabras ante tal revelación de amor y misericordia. En tu nombre, amén. |
AutorPastor José Báez Báez Categorías
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September 2017
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